En la actualidad se asume que el mundo que conocemos actualmente –con sus virtudes y sus defectos- cambió a raíz de la
caída del Muro de Berlín (1989), la
desaparición de la URSS (1991) o con los atentados del
11S en Nueva York (2001). También se asume que a consecuencia de ello se ha incrementado la radicalización yihadista de Al Qaeda y el ISIS y por extensión, la amenaza de una posible guerra civil en el mundo musulmán. Incluso los problemas económicos que acechan a la sociedad del siglo XXI parecen herederos de estos acontecimientos. Sin embargo, los cambios se gestaron mucho antes. Concretamente en 1979.
En plena
Guerra Fría, el año empezó con la invasión de
Camboya por parte de
Vietnam (más detalles sobre la guerra entre los jemeres rojos de Camboya vs Vietnam
aquí) y a lo largo del año la inestabilidad política aumentó sobremanera en América Central (
El Salvador y
Nicaragua). En el plano económico,
Margaret Thatcher –firme defensora y modelo de políticas económicas conservadoras- fue elegida primera ministra del Reino Unido en mayo;
Deng Xiaoping aceleró las reformas económicas de tipo capitalista en China, al mismo tiempo que
EEUU reconocía al gobierno de Pekín y empezaron los contactos comerciales entre Occidente y China. Incluso a nivel religioso se produjeron cambios significativos. Desde octubre de 1978, el cardenal polaco Wojtyła se convierte en
Juan Pablo II (1978-2005). Aunque casi todo el mundo recuerda que llegó al Papado tras la misteriosa muerte de
Juan Pablo I tan solo 33 días después de ser elegido, el atentado fallido que sufrió en 1981 o su reciente canonización; casi nadie recuerda que durante su pontificado se utilizó el
Banco del Vaticano para financiar al sindicato polaco
Solidaridad y a las organizaciones anticomunistas de Centroamérica. No obstante, los acontecimientos que realmente cambiaron el mundo sucedieron en dos países vecinos: Irán y Afganistán. Probablemente sin lo ocurrido en ambos países el mundo sería distinto a como es ahora.